En los próximos días espero realizar una crónica bloguera que sirva de resumen del año anterior, ahora que han terminado por fin las fiestas navideñas, tan propensas siempre para rememorar historias. Me apetece, básicamente, por no olvidar los buenos momentos vividos, y me siento casi en la obligación de hacerlo, para mantener la misma ilusión del primer día y los motivos por lo empecé con esto; porque poco menos que me ha servido como un jodido diario.
Pero será en otro post. Ahora, las extrañas palpitaciones nostálgicas me trasladan a un verano de 1.990, siendo yo un lechón. Con 9 añicos, y justo al salir del colegio, me disponía a ver por televisión y en mi casa, botella grande de agua en mano (como cambian los tiempos), el primer partido de fútbol que pude disfrutar conscientemente.
Por cierto, que en esa época de lo que no fuí consciente es de que la mascota del evento, bien podría transformarse en esvástica si le rompían los dos tobillos...
La crónica que sigue aparece en Diariosdefutbol.com, web que aprovecho para recomendar. Porque si, se trata de una página balompédica, pero que no se limita sólo a la típica información simple y me atrevería a decir que garrula, tan habitual en este deporte. Suelen profundizar mucho en diversas historias y aportar sabiamente alguna que otra curiosidad.
Argentina - Camerún.
Partido inaugural de Italia '90.
Que recuerdos.
1 a 0 para los africanos contra todo pronóstico. Y aquél chiquillo de la botella de agua, supo a partir de entonces cuál sería su selección de fútbol favorita en el futuro, pese a la derrota infligida por "los leones indomables"...
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Argentina, campeona del Mundo, comienza el camino para intentar revalidar su título en el Mundial de Italia. En el grupo que le ha tocado en suerte tiene dos rivales de entidad, la Unión Soviética y Rumanía. Por eso, es importante comenzar con buen pie en el partido inaugural del Mundial, que le enfrenta a una desconocida selección africana de un país llamado Camerún del que Maradona, Caniggia, Pumpido, Ruggeri, Sensini, Balbo, Batistuta y compañía no han oído hablar nunca.
El mundo tiene hambre de fútbol. Cuatro años sin un Mundial son muchos años.
Los dos equipos salen al campo. Los espectadores del estadio de Milán animan a Camerún, pues en Argentina juega Maradona, del odiado Nápoles. Pero lo hacen más como anécdota que con fe en un tropiezo de los argentinos.
Comienza a rodar el balón. Se hacen apuestas en torno a cuántos goles será capaz Argentina de endosar a los pobres africanos.
Pero el partido se desenvuelve por cauces inesperados. Argentina es incapaz de derribar el muro defensivo planteado por el soviético Valeri Nepomniachi, entrenador de Camerún. Ahora ya nadie se plantea cuántos goles marcarán los argentinos, sino cuándo dará a torcer su rodilla la brava Camerún. En el minuto sesenta y uno, el central André Kana-Biyik es expulsado. Media hora por delante se antoja demasiado tiempo para que los africanos aguanten el resultado. Seis minutos después, el interior camerunés Victor Ndip cuelga un balón al área argentina. Makanaky, al que el balón llega en malas condiciones, lo intenta colgar hacia atrás y éste dibuja una amplia parábola en el aire, subiendo tan alto que casi roza las nubes. En ese momento, François Omam-Biyik, delantero centro de Camerún, da un prodigioso salto sobre su marcador y golpea de cabeza el balón, que cae picado y se cuela por debajo de Pumpido, quien solo acierta a acariciarlo.
El mundo entero se frota los ojos. Los más realistas dicen, con razones, que a pesar del gol, Camerún no aguantará el resultado. Otros apelan a tópicos como la candidez sobre el campo de los jugadores africanos, quienes sin duda cometerán algún error infantil en defensa tarde o temprano.
Pero el partido se desenvuelve por cauces inesperados. Argentina es incapaz de derribar el muro defensivo planteado por el soviético Valeri Nepomniachi, entrenador de Camerún. Ahora ya nadie se plantea cuántos goles marcarán los argentinos, sino cuándo dará a torcer su rodilla la brava Camerún. En el minuto sesenta y uno, el central André Kana-Biyik es expulsado. Media hora por delante se antoja demasiado tiempo para que los africanos aguanten el resultado. Seis minutos después, el interior camerunés Victor Ndip cuelga un balón al área argentina. Makanaky, al que el balón llega en malas condiciones, lo intenta colgar hacia atrás y éste dibuja una amplia parábola en el aire, subiendo tan alto que casi roza las nubes. En ese momento, François Omam-Biyik, delantero centro de Camerún, da un prodigioso salto sobre su marcador y golpea de cabeza el balón, que cae picado y se cuela por debajo de Pumpido, quien solo acierta a acariciarlo.
El mundo entero se frota los ojos. Los más realistas dicen, con razones, que a pesar del gol, Camerún no aguantará el resultado. Otros apelan a tópicos como la candidez sobre el campo de los jugadores africanos, quienes sin duda cometerán algún error infantil en defensa tarde o temprano.
Nada más lejos de la realidad. Con diez hombres sobre el campo, Camerún mantiene su férreo sistema defensivo y, además, se emplea con dureza. A un minuto del final se queda con nueve hombres. Da igual. La victoria ya es suya. Mientras los argentinos enfilan los vestuarios preguntándose qué ha podido pasar, los cameruneses bailan sobre el campo. Han hecho historia. Han descubierto al mundo el poder futbolístico del África negra.
Posteriormente vencen a Rumanía y se aseguran la clasificación a octavos. En esa ronda la Colombia de Higuita, Valderrama y Freddy Rincón cae ante los cameruneses a raíz de un imperdible error de su excéntrico portero. En cuartos, Inglaterra vence agónicamente a los africanos en la prórroga y de penalti, después de haber temido quedar fuera, pues empataron el marcador al final del partido, también de penalti. Los cameruneses se despiden del público italiano, que, representando a todo el asombrado mundo, aplauden agradeciendo el fútbol que los africanos han desplegado en un Mundial que, por otro lado, pasará a la historia como uno de los más sosos de todos los tiempos. N´Kono, Tataw, Makanaky, Omam-Biyik, Mfede y, sobre todo, Roger Milla son ya conocidos en todo el mundo del fútbol.
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