sábado, 16 de marzo de 2013

Restaurante La comarca del Matarraña

Analicemos por unos instantes la política de las cenas buitakas: cuatro individuos que frecuentaban un garito (ya desaparecido) se reunían el primer martes de cada mes en un restaurante distinto, para más tarde puntuarlos e incluso redactar una crónica inmediata sobre lo acontecido. Ahora bien, en la actualidad, y ante la ineludible evolución del orden de las cosas, las cenas las organizamos cualquier día, casi a mediados de mes con algo de suerte, las puntuaciones las hemos suprimido de nuestros estatutos y las crónicas parece que se demoran algo en el tiempo...
La dinámica buitaka nunca es constante ni lineal, no se a qué esperan para reflejar esta expresión en todos los libros de ciencias.
Por suerte, contamos con cierto margen; cuando juntemos dos cenas mensuales el mismo día, sabe Mañitú que el Apocalipsis buitako estará muy cerca. 
Solo podría existir un panorama más desolador, y esto es que escojan para la dicha cita un lunes cuando juega tu equipo favorito, en todo un Zaragoza vs Granada, duelo a muerte por todo lo bajo - 0 a 0 en un partido malo de solemnidad, cabe mencionarlo-.
Brazos en alto, como Maestro de Ceremonias, tuvo que hacer mil cábalas para contentar a los buitakos implicados, a aquél que se la sudaba el fútbol y deseaba menear el bigote sin más dilación, o al que quería ver el encuentro tranquilamente y posponer la cena a otro día cualquiera -que no jugara su equipo, claro, aunque en la siguiente ocasión cayeran del cielo chuzos de punta-. A estas alturas, imagino se adivina cual era mi postura. Si añadimos que los lunes es un día complicado en la hostelería, y que muchos lo guardan como jornada de descanso, todo ello, agitándolo sin demasiada violencia, nos servirá un gran cóctel de conflicto.
Coincidiendo esta semana con la elección del nuevo Papa, nosotros creamos nuestro cónclave particular. Únicamente la pericia de Brazos al encontrar un garito que nos ofreciera las dos posibilidades, salvó una noche abocada al desastre. Mis camaradas -mucho más tecnológicos que yo con sus funciones WhatsApp- se enviaban mensajes para ver qué hostias hacíamos con la cena, mientras servidor, con la afirmación "Me voy a la ducha. Igual al salir me hago daño en la pierna y no puedo acudir al evento", parecía no poner mucho de su parte. Pero atisbamos por fin la fumata blanca, la de los fogones del restaurante que nos ocupa, La comarca del Matarraña, en la calle de Félix Latassa número 8.
Todos contentos, cena y fútbol. Ni que decir que comiendo y charrando, poca apreciación puedes tener de un partido, aunque para la pachanga que brindaron ese día...
Un espacio rectangular amplio de la hostia, con numerosas mesas y una planta situada a un nivel algo más alto del suelo. Nuestra ubicación, al principio del garito, casi debajo de la TV. Por momentos creíamos oler a césped...
El camarero que nos atendió resultó ser vecino de Llama Eterna, lo que le dio pie a sacar su vena empresarial y gestionar esa circunstancia para ver si la cena nos salía algo más barata.
Mi único pero a la noche -aparte de que el Zaragoza no metiera un gol ni al arco iris- fue el reducir nuestras dosis de vino habitual y pedir sólo una botella, servida ya con el plato fuerte. Hasta entonces estuvimos de cervezas, en los momentos previos al banquete y también con los entrantes. Mi organismo parece que la contempla como buena acompañante exclusivamente cuando come pizza, quién lo iba a decir.
Nuestros entrantes:

Ensalada de ventresca, pimientos de piquillo y cebolla confitada. 
 
 Tabla de jamón y queso, y su pan con tomate.

 Huevos rotos con gulas y foie.
 
Todo correcto y rico. Destacaría de los tres, los huevos rotos. Serían las gulas, las patatas que vendrían de una buena cosecha o porque el Real Zaragoza en ese momento generó la oportunidad más clara de gol, cuando en un contraataque muy osado se atrevieron a cruzar los límites del centro del campo... No lo sé, pero me gustaron especialmente.
De plato fuerte, el amado chuletón a la piedra, que una vez más estaba dispuesto a contradecir a aquellos que opinan que hacemos mal en pedir chuletón en todas partes porque siempre sabe igual. Esta carne era fina, suculenta, estaba bien troceada y genialmente presentada, con sus salsas para untar y su guarnición de patatas y pimientos, rojos y verdes -aunque no figure en las fotos que acompañan-.
 
Y con su altar de sacrificios a la medida, sin necesidad de preocuparse porque la llama deje de funcionar. Vamos, que de 10; todo aquello que debe tener un chuletón para comérselo a buena gana.
 
 
Ya colmados, y cuando el Real Zaragoza ofrecía su mejor juego en televisión -creo que entrena algún suplente justo cuando termina el partido...-, nos quedaba un pequeño rincón estomacal para los postres:
 

Lo sé. Parece un menú para alimentar a una piara poco exigente, sólo faltarían las cáscaras de sandía, pero no, es que la foto se tomó demasiado tarde. Ahí había un brazo de gitano, un tiramisú, un tocino de cielo (desechemos entonces el canibalísmo) y una "tarta de la abuela". Un aspecto muy positivo es que en este garito no se sobran con los precios de los postres como en tantos otros, donde un trozo de helado de mierda nos podría rondar los 5 euros. Además, estaban los cuatro cojonudos.
Hubo carajillos y chupitos a cuenta de la casa.
La botella de vino fue un Barón de Ley, reserva 2.003. Lo digo; ¡afrutado! Que era Rioja pero me recordaba a alguno bueno de los de Somontano.
En cervezas fueron 9 tubos a añadir a la factura.
El total:
129,10 €uros.
Así que un precio asequible y concordante con el servicio y calidad que te ofrecen.
He de volver un día a probar sus bocadillos, que los ponen muy bien en las opiniones que hay por Internet.
Gracias a Brazos en Alto, nuevamente, por su reportaje fotográfico. Y al Granada C.F., que impidiendo la victoria del Zaragoza -con poco esfuerzo-, hace que sigamos enganchados cada jornada liguera, en un oscuro acto de fé por ver si salen de las posiciones peligrosas o descendemos a 2º división de una puta vez y nos quitamos ya el sufrimiento.