lunes, 28 de septiembre de 2009

Todo debe tener una explicación lógica

Me comentó la Feliú sobre un curso que iba a hacer de escritura creativa.
La historia es que todas las semanas realizan un relato y con propuestas de técnicas distintas.
Me pareció caro. Y ya se sabe lo maja que puede llegar a ser nuestra camarera favorita, así que recibo las lecciones periódicamente por email. Espero que siga siendo la entrega semanalmente y que nadie acabe juzgado por pirata de las letras.
Me he propuesto hacer un relato también en ese tiempo, sin más ánimo que el entretenimiento y tratando de que al menos pueda aprender algo, porque creo que de la técnica del bloguero rollero aún no he pasado.
A grandes rasgos, y por temor a un posible cierre del grifo...la propuesta para el siguiente relato era el narrar en primera persona algo cotidiano, pero que encerrara en sí una especie de "realismo mágico". Que todos los elementos de la historia apuntasen hacia un único significado.
Construirlo como un sistema solar en el que, alrededor del centro constituido por el personaje y su tema, gravitarán la acción periférica, el espacio y las informaciones necesarias para hacer verosímil la historia. Que tuviese solidez y unidad.
"Aquella vez que sentiste vértigo en una escena en apariencia cotidiana, pero que fue como si, de pronto,hubieras tocado las alas de un ángel."

Pués ni puta idea de si lo que sigue tiene algo que ver, pero seguiremos intentándo lo del relato...
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- TODO DEBE TENER UNA EXPLICACIÓN LÓGICA -
Se suele decir que somos propensos con el tiempo a nutrirnos únicamente de los buenos momentos, para terminar desechando o empequeñeciendo los recuerdos menos benignos de nuestra conciencia. Si el período al que me remito es aquél en que la pubertad y la adolescencia se conjugan, formándonos espirales confusas y de tan dudoso trazado, creo que además de alimentar esa premisa, también consigue que la circunstancia se vea envuelta por un extraño halo de misterio.
Pero todo debe tener una explicación lógica.
Una tarde fría de invierno que invitaba más bien poco a la relativa tranquilidad que ofrecía la Plaza de Los Sitios. Alterada por la luz intermitente de alguna farola que parecía no querer resignarse a su sentencia final de vida útil, tratando con fulgurantes destellos de avivar desesperadamente su energía, en un acto de alargar su inevitable agonía. Y el ruído de los
coches que esporádicamente circulaban por los alrededores, con sus ocupantes observando detenidamente a aquella pareja que buscaba un calor imposible entre abrazos, y que a duras penas podía pasar inadvertida en aquél banco, dispuesto para dar más complicidad entre ambos que protección ante miradas ajenas.
Me hallaba con Sabrina, una chica de melena rubia y larga. De bonitos ojos azules y sonrisa fácil. Solamente su estatura, acorde con la edad que aparentaba, pienso que permitía no desvelara a las claras su ascendencia germana.
Era bella. Hechizantemente bella, si tal expresión pudiera admitirse.
Era infiel. Si la fidelidad en esos años pudiera adquirir algún tipo de valor o significado.
Una relación anterior con quién creyó haber amado,le dió pie a experimentar desde los entresijos mismos del propio daño. Tratando de desmenuzar entonces ese dolor que le habían causado, en el sentir de otra persona.
Por mi parte sin saber bien si aportaba ficha en un azaroso juego o si por contra, era uno más de los afortunados. Sea como sea, también participaba de lleno en ese entramado de moralidad dudosa, pues una amiga íntima suya, con quién compartí el alegre verano, me hizo saber mediante bofetón, el nivel de pareja que finalmente habíamos alcanzado.
Pese a la oscuridad dominante, una mirada de intranquilidad se reflejó nítidamente en su rostro. Mi alivio instantáneo al girar la cabeza y comprobar que la siguiente escena no sería la de tener un intercambio de impresiones con su novio.
Se aproximaba, con paso lento, un tipo entrado en años, andrajoso y corcovado.
Andaba torpemente, dando muestras de una borrachera manifiesta.
Se paró frente a nosotros. Las arrugas de su cara eran cómo si quisieran revelar un sufrido pasado.
Trás observarnos unos instantes con la mirada intensa y sin mediar palabra, nos hizo su presentación:
-Soy el mayor tramposo de todo Aragón.
-Pues muy bien-creo que le dije.
El sujeto tomó un trago de la bota de vino que portaba.
Repitió su presentación y respondimos con un leve gesto de asentimiento.
-¿No lo creeís?-Dijo acariciando una baraja de cartas.
Supongo que no era el momento más indicado para presenciar trucos de magia en manos de un borracho prepotente, así que esta vez cómo contestación obtuvo un silencio.
De repente, sus ojos se entregaron a un breve trance que nos incomodó. Volvió a su estado inicial con un tambaleo, cómo tratando de anunciar de aquella manera que regresaba a nuestro mundo.
-Piensa en un número del 1 al 100.-Me dijo. Su tono de voz entonces sonaba hasta sereno.
Por alguna extraña razón, aquellas palabras despertaron mi interés y así lo hice:
-Ya.
No recuerdo el número en cuestión, pero no era del 1 al 10. Con una escala tan amplia, me propuse complicarlo.
De nuevo sus ojos en el enigmático trance. Y a los pocos segundos su regreso, pero sin tambaleo.
Me miró fijamente y... acertó la cifra.
Comenzó a alejarse de allí ante nuestra perplejidad. Cuando quisimos darnos cuenta, debió tomar una velocidad no mostrada anteriormente. Resultaba increíble comprobar que el tipo ya no se encontraba en la dirección en que partió. El momento en que tardamos en reaccionar, dando por hecho que lo veríamos a lo lejos, simplemente no existió.
-¿Pero cómo coño ha podido adivinar...?
-Tal vez lo dijiste sin querer con los labios, al pensarlo. O lo apuntaste con los dedos...-dijo Sabrina.
-¿Tú has visto que ese tío nos haya hipnotizado o algo así? Que yo sepa, sólo he pensado el número y no he hecho nada más.
-Joder...La verdad es que no se...
-Yo tampoco.
Fué una tarde que siempre he conservado en la memoria. Teniendo presente que en la adolescencia somos fácilmente impresionables. Incluso viendo la parte más graciosa del asunto, con ese vínculo caprichoso de la infidelidad mencionada y ese sujeto que presumía de tramposo.
Pero todo debe tener una explicación lógica.
Han transcurrido los años.
No hace mucho que paseaba por una ciudad del sur de España.
Después de unas cuantas risas,de cervezas y más risas, y de más cervezas; la juerga llegaba a su fin. En el eterno tiempo indeterminado en que los posos de la noche comienzan a licuarse con los indicios de una nueva mañana.
Calles estrechas, pero muy transitadas. Fiel reflejo de que la feria que se celebraba en la población se encontraba en su punto más algido.
Dos personas que se conocen de poco más de un mes. Un destino ligado a la improvisación y a las ganas mútuas de verse. Cuando los kilómetros no se contemplan como obstáculos,si no cómo distancia simple y final para poder entonces caminar juntos.
Seguramente cuestionándose uno y otro cómo se había llegado a eso, cómo y por qué pasaba, y que sucedía a partir de ahí.
Cuando sin dudas, no podríamos llegar tampoco a seguridades.
Mar,una mujer repleta de vida y que transmite multitud de sensaciones. Poseedora de ese encanto andaluz característico, basado en la simpatía y el desparpajo. Con una inusitada habilidad para agradar. Con sus bonitos ojos expresivos y su cabello de fuego.
Caminando con las dificultades propias que implican tantas horas de fiesta, nos salió al paso una curiosa mujer. De rostro enjuto, apariencia descuidada y cuya vestimenta se antojaba anacrónica. Pero su mirada, aquella mirada, me devolvía de nuevo a la del mayor tramposo de todo Aragón. Estaba a pocos metros cuando me vino a la mente el recuerdo de él, cómo por obra de
magia.
Avanzaba tímidamente en dirección opuesta, sin quitarnos el ojo de encima.
Hablábamos entre nosotros, no le prestábamos más atención que la que pueda inducirte el ser observado por un desconocido.
Frenó su paso una vez nos tuvo cerca. Me miró si cabe, más intensamente y luego a Mar.
- No se porque te digo esto. Pero él es una buena persona.- Dijo tomándome a mí cómo referencia.
No recuerdo la contestación exacta de Mar, supongo que tratando de afirmar aquellas palabras. Pero la mujer lo volvió a repetir, cómo intentando llegar a más conclusiones. Con aquella mirada profunda e inquietante. Chamanística.
Cuando nos alejábamos de allí aún la pudímos oír murmurando algo.
Lo cierto es que más tarde me preguntaba si mi embríaguez antes de esa aparición era leve, o si semejante paralelismo con el episodio vivido en la adolescencia , de alguna manera, me había hecho retornar a la realidad más tangible. Pero no creo en los tramposos borrachos que se presentan en plena infidelidad, ni en mujeres anónimas esclarecedoras de relaciones en sus
inicios, aunque compartan la misma mirada.
Sería más fácil pensar que son acontecimientos y personas que nos pone el destino para que le demos a veces significado a nuestras inquietudes. De ser así, podríamos tomarnos también la literatura novelesca cómo fuente de sabiduría; me viene a la cabeza el primer libro de Luis Landero. En él, mencionaba a un tío del protagonista que se arrepentía de no haber hecho más
con su vida. De verse ya anciano y no haber logrado metas más altas que el ser dueño de unalibrería.
Cierto día se le presentaba en la tienda un tipo raro, a quién más tarde compararía con el mismísimo Diablo, que le hizo entrega de tres libros; un diccionario, un atlas y una enciclopedia.
Despertó su afán por aprender, con aquellos libros por los que nunca antes se había interesado.
¿ Acaso el destino trata de decirte cosas allí donde tú le otorgas importancia ?
No. Ahora creo que todo debe tener una explicación lógica.

2 comentarios:

  1. No me he podido resistir. Empiezas de pistón, mogollon de bien y hasta ahi te cuento. Cuando nos veamos en el bar, ya seguire que tengo pa rato.

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  2. Hombree...cuánto tiempo !!
    Si,si. Luego se precipita todo demasiado,o al menos esa impresión me dió. Que se ven las prisas por acabarlo, vamos. Creo que se nota. Y pasa por empezarlo un día y no tener tiempo de retomarlo hasta cinco tardes después.
    Tendré que hacérmelo mirar.
    Besotes, Sofía.

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