sábado, 2 de noviembre de 2013

Adamantio.


-QRA: Agente especial Derwin Soto. .. QRA: Agente especial Derwin Soto. ¿Puede alguien oírme?

Como contestación a la vieja emisora sólo silencio.

No sé cuánto tiempo lograré estar a salvo -pensó.

Trabajar durante cerca de una década en una agencia como la CIA,  y depender ahora exclusivamente de un destartalado aparato de radioaficionado abandonado en un rincón de un - en apariencia-  taller de reparación de electrodomésticos, no era, desde luego, su situación más ventajosa hasta la fecha.  El local apestaba a lo que Derwin intuyó como una mezcla de aceites y grasa, y aquel compuesto hediondo le mantenía en un carraspeo constante.  Trató en vano de aclarar su garganta y continuó insistiendo en comunicar con su equipo de apoyo.

Cada vez más cerca, podía escuchar algún grito procedente de la calle, y el sonido de un golpe en la propia persiana del local hizo que se agachara debajo de la mesa, en un acto instintivo. Pero la puerta principal debía estar bien cerrada, así que se limitó a asegurar con un par de armarios el hueco con maderas por donde había entrado diez minutos antes, por el callejón de la parte de atrás. Quiso animarse pensando que a sus perseguidores el pequeño agujero les pasó inadvertido, pero su optimismo se esfumó rápidamente.


“Derwin, Derwin, ¿cómo te has metido en esto?”.


Pasó todo tan deprisa… Bajar la guardia en un momento puntual y desatarse el caos más absoluto.  Ahora, su vehículo especial estaba a merced de una banda de pandilleros juveniles y su cabeza era el trofeo más preciado.

Nadie en La CIA le advirtió de fallos en los limpiaparabrisas, ni que consultara el parte meteorológico antes de sus misiones. Fatal error.

El DQZ-135 era un coche experimental, una máquina poderosa que a disposición de manos ajenas al programa podría tener consecuencias desastrosas, terribles. Un programa auspiciado por varios gobiernos sudamericanos y la propia CIA,  pero que en el caso de un uso inadecuado tendría, sin duda, demasiada repercusión diplomática. Ningún jefe de Estado sería capaz de frenar la avalancha mediática. 

No era para menos;  aquel artefacto  dotado de tantos tipos de munición, de gases nerviosos y venenosos, y blindado hasta la médula,  no podría seguir siendo un secreto si sembraba el terror en las calles. Era seguro atacar núcleos selectivos en barriadas pobres o apenas habitadas contando con la colaboración de las fuerzas del orden,  pero su manejo por parte de unos delincuentes de barrio sería una incógnita.


Algo tan sencillo como un lector de huella digital en el arranque del coche hubiese resuelto cualquier conflicto, y Derwin se lamentaba por ello, pero la CIA muchas veces se dejaba  llevar por el lado práctico y su vieja premisa de que “nadie es imprescindible”. También desoyeron su petición de hacerse acompañar por un segundo piloto, aunque aquí quizá fueran los recortes económicos en Defensa lo que pesó en el asunto. Pero terminó consciente de que la única culpa era suya y sólo suya, de haber obrado como un novato y contradecir una de las reglas fundamentales: Nunca descender del vehículo sin adoptar todas las medidas que establece el protocolo.  

Por suerte, la pistola la llevaba encima cuando apareció la pandilla de súbito, de la nada. El tiempo de efectuar unos disparos cuando se percató del intento de robo, pero fue demasiado tarde y perdió el control del coche. Unos segundos de fuego cruzado  y salir corriendo por el estrecho callejón, en una maniobra desesperada. Derwin estaba convencido de haber matado a uno de los delincuentes, lo que no hizo sino agravar más la situación. No cejarían en su empeño  hasta dar con él.

Las llaves puestas y el teléfono móvil también allí dentro –se lamentó.

Tenía su mofa que una máquina tan perfecta, recubierta en su estructura de acero, wolframio o silicio, y de kevlar o nomex en sus ruedas, terminara dando problemas en su parte más superflua e insignificante; los limpiaparabrisas. Porque eso fue lo que le indujo a descender del coche en un momento que no dudó de su seguridad, bajo una lluvia plomiza y repentina y en una zona supuestamente tranquila.

Si salía con vida de aquello tenía un tercer punto que anotar en el informe de defectos del artefacto. A los ya aportados por los técnicos sobre el riesgo que corrían las ruedas con un fuego constante, o la posible explosión si se mantenían los tres tubos de escape obturados unos pocos minutos, ahora podría sumar la mecánica fallida de los limpiaparabrisas, que todo indicaba que no era menos importante.

-QRA: Agente especial Derwin Soto. .. QRA: Agente especial Derwin Soto. ¿Puede alguien oírme?

Un milimétrico movimiento de dedos le permitió ajustar la nitidez de la emisora. Creyó escuchar varias voces al otro lado. Insistió.

-QRA: Agente especial Derwin Soto. Proyecto Adamantio… ¿Me reciben?

El mensaje sonó entonces sorprendentemente claro:

-Lo tenemos… Estás muerto, pendejo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje AQUI su comentario