miércoles, 15 de enero de 2014

Restaurante Carpanta.

Hay quien dice que me cebé bastante con el garito anterior y es razonable; suerte que no me cebase del todo, porque es recordarlo y entrarme apetito, qué le vamos a hacer. Y no precisamente por lo que colmaba su menú de precio astronómico.
La casualidad quiso que uno de los personajes más míticos de la cultura popular en lo que al hambre se refiere, tuviera su cabida en nuestra última cena buitaka: Carpanta, el restaurante. En la calle Vírgenes 7 de Zaragoza. Que tenga yo noticia, el único establecimiento griego de nuestra ciudad. Existe algún que otro lugar que te pinta la cosa maravillosa pero luego terminas decepcionado o te dan mucho por culo, pero esa es otra clase de griego. Allá cada uno con su postura...
Y Jinete del Viento, en su condición de Maestro de Ceremonias, optó por este sitio, no sin cierto temor a que se repitiera un episodio parecido al de la anterior cena. Pero ya se sabe, si un garito tiene buenas opiniones en Internet casi vas a lo seguro. Algo tiene el agua cuando la bendicen, gran verdad. Y no como se hubiese expresado un griego en la cena de diciembre: ἄριστον μὲν ὕδωρ ("Lo mejor es el agua").
Nos quedamos satisfechos, ciertamente. En un restaurante griego no puedes esperar que te pongan raciones pequeñas, esperas un platón, que además tiene su lógica (había que meterlo...).
Disponen de varios tipos de menú, como consta en su web, y ese afán del pueblo buitako a pedir siempre lo que parece más completo, o quizá el miedo a no quedarnos bien a gusto, hizo que eligiéramos el menú degustación para grupos de 25 €uracos, que hay que probar un poco de todo.
Una ambientación típica mediterránea pero sin saturaciones, un local pequeño, apenas siete u ocho mesas. Un servicio diligente y armonías griegas de fondo -tengo la duda si la mandolina de esta gente es aquello conocido como buzuki, que yo, en mi ignorancia, siempre he llamado balalaica. En todo caso, el instrumento ese que todo dios conoce por un viejo anuncio de la marca Andros.- que parece terminan la canción y se aceleran, terminan la canción pero se aceleran, así todo el rato. Ni siquiera tengo claro que haya silencios entre tema y tema, sino un mayor espacio en los cambios de ritmo. Hasta ahí mi resumen de la música griega, la teoría de la canción infinita.


























En los entrantes nos dejamos aconsejar por el metre (odio escribir maître, aunque así lo aconseje el corrector) y disfrutamos de un Retsina Malamatina, que al parecer es un tipo de vino blanco que le meten algo de resina de pino durante la fermentación y que está cojonudo. Posteriormente caerían dos unidades de tinto Naoussa Boutari, un vino muy normalito. Un dato curioso sobre los caldos griegos, al menos en este restaurante, es que no encuentras botellas de más de medio litro. La explicación puede que esté en las propias palabras del señor Boutaris, en un reportaje que de él hay disponible en la red: "Grecia no tiene tradición vitivinícola. En cierto sentido, los griegos odian el vino, porque les recuerda su situación de pobreza después de la II Guerra Mundial. Tras la guerra, la cerveza era una bebida de lujo, una bebida en botella, mientras el vino se vendía a granel"
Puede que sea un sencillo ejercicio de marketing; véndelo como si fuera más exclusivo y en menor cantidad, que si no sólo te lo comprarán los pobres. A saber...

























La tanda inicial de entrantes con sus chipirones a la parrilla con yogur de ajo, Psaropita (hojaldre relleno de pescado y marisco),  ensalada de queso feta y... esa misteriosa bandeja de dos asas cuyo contenido no recuerdo ahora. Parece llevar queso y pimiento, pero no encuentro ningún paralelismo en la carta del menú...

























Tiempo para las Melitzanes (berenjenas rellenas de queso), Dolmades (hojas de parra rellanas de arroz y especias), buñuelos de bacalao y su acompañamiento de paté de berenjena.
El tercer plato de la foto son salsas de yogur y pepino, y de caviar rojo la otra. Sabrosas, pero forman algo más solido que una salsa, sin cuchillo de por medio ni puedes untarlas en el pan...
























Para acabar con una parrillada de carne y una musaka.
Postres con nombre de instrumentos quirúrgicos como son la Karidopita (tarta de chocolate y nueces), Baklavas (hojaldre con frutos secos y sirope) o menos rimbombantes, como la copa Carpanta o la Lesbos:
Carajillos, rato largo de tertulia con el camarero -nos dieron las tantas...- y chupitos de Ouzo Nostalgia -cuando empezaba a quedar poco le añadímos agua y aún así acabámos la botella. Teniendo en cuenta que Llama Eterna y Topo Indeciso se fueron bastante antes no está nada mal-.
Sumando a todo lo anterior una ronda de cerveza previas el precio total salió por 110 €uros, es decir, sólo 10 €urillos arriba de lo que suponía ya el menú degustación.
Genial.
Nos sirvieron rápido y eso que tenían unas tres mesas más que atender, nos dieron conversación y buen rollete, y probamos platos elaborados y originales. Todo a buen precio.
Cumplió con creces mis expectativas.

1 comentario:

  1. Que aburrimiento de restaurantes...te has convertido en una simple guía gastronómica. Es una pena, me encantaba leerte. Un saludito y ... que aproveche.

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