martes, 9 de abril de 2013

La maldición de Bin Laden.

No es nada nuevo. Desde que el hombre es hombre, o al menos, desde que éste cree en dioses, la parafernalia de las profecías y el oscurantismo de sus intrínsecas maldiciones caminan por las mismas sendas.
Más mundanamente, podríamos mencionar viejas leyendas -siempre maquilladas para la ocasión- que han arrojado ríos de tinta, atiborrado cuentas de correo electrónico con desinformación, y que suelen saturar las redes sociales entre los perfiles de baja reputación.
 Hablo de las leyendas urbanas, pero cuando alcanzan su cenit y traspasan el propio mito.
Vale que casos como la maldición de Tutankamón sobre el equipo de Howard Carter, o las muertes que precedieron a la condena de la Orden del Temple y la muerte en la hoguera de su último Gran Maestre tengan su veracidad, o si acaso su casualidad más certera, por llamarlo de alguna manera, pero que a día de hoy se creen (a usar los 2 verbos posibles; creer o crear) conjeturas satánicas sobre historias tan dispares como "la maldición de Alf" o "la maldición de Hello Kitty", se pasa ya de castaño oscuro.
En estos mismos instantes no me costaría esfuerzo imaginar a un internauta avezado tejiendo una futura historia que compartir en la Blogosfera, "la maldición borbónica de los elefantes huérfanos de Botsuana". Todo comenzó hace poco más de un año; el Rey disfrutaba de una caza tranquila, hasta que hirió de muerte al ejemplar equivocado. En el Kalahari se escuchó entonces un barritar agonizante que daría lugar a la venganza más terrible que haya conocido una monarquía... El perdón por sus actos no bastó, y además de los daños físicos que el propio Rey experimentó en su cuerpo, una ola de escándalos sacudió a toda su familia... Corrupción, prevaricación, malversación... Hasta las herencias ya olvidadas en el tiempo salían ahora a la luz, y el pueblo presionaba para que les diera explicaciones. Ni siquiera mandar lejos a su yerno, a las áridas y lejanas tierras del desierto, parecía que fuera a calmar ese clamor social que comenzó con un disparo seco en la recóndita Botsuana...
Hombre, si consideramos todo un cúmulo de acontecimientos que se desatan cuando no se están haciendo del todo bien las cosas, ya no habría necesidad de por qué llamarla maldición. Sino es muy fácil crearlas. Yo me sé otra, "la maldición de Rajoy"; un día dijo todo lo que se proponía hacer si llegaba al poder, al Diablo no le debió de gustar nada que prometiera a tanta gente la recuperación futura del país y lo castigó, obligándole a que una vez en la cima hiciese todo lo contrario, y ni Dios sabe cómo puede terminar esto... Hay quienes aseguran que hasta está poseido por una especie de demonio alemán. Reenvíalo.
 Pero la maldición más actual, aparte de la que se nos puede oir cuando examinamos nuestra cuenta corriente, las políticas de los grandes partidos o el estado general de las cosas, es "la maldición de Bin Laden":
De los 25 hombres del Team 6 de los Navy Seals que formaron parte en la operación para acabar con el perturbado del turbante, hay noticias bastante catastróficas. Aseguran que 22 miembros de dicha fuerza de élite perdieron la vida tres meses después en un ataque al helicóptero en el que viajaban, aunque el gobierno de los USA califique de "improbable" que se tratara de los mismos hombres que estuvieron en la caza de Bin Laden. Uno de los que si se sabe con certeza que participó en aquello, murió recientemente en un choque fortuito con su paracaídas.
Hace un mes se dijo también que quien le pegó el tiro de gracia al saudí, dejó el ejército tras 16 años y no tenía ni seguro médico público ni sabía quién le pagará la pensión. ¿Será español éste buen hombre y también le habrá alcanzado la "maldición de Rajoy"? No hay duda de que nos faltan muchos datos, y hay cantidad de cabos sueltos, incluso cabos sueltos que abandonan la vida militar y se preguntan si tendrán pensión. Pero es otra candidata a historia maldita, a machacarla una y otra vez con bases poco sólidas que cultiven la leyenda. Claro que es una suerte, aún podrían inventarse bulos menos demostrables; si es cierto que tras matarlo lo arrojaron al mar, podían probar a confeccionar una "maldición de los peces que se alimentaron de Bin Laden". Que sé yo, que contaran toda una sarta de apreciaciones tales como que desde entonces hay conocimiento de nuevas especies mutantes en la zona, sardinas varadas en las playas y rezando hacia La Meca, o tiburones con forma de AK-47.
Puestos a fomentar el mito de las maldiciones, abusemos todavía más de la fantasía.
Recuerden que Elvis no vive, lo maté yo.

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