martes, 25 de octubre de 2011

Hacia el Oeste (Into the West ).

Pertenece a la clase de miniseries misteriosas que, por motivos que no alcanzo a comprender, nunca vemos estrenadas en España.
Producida por Spielberg en el 2.005 y nominada a 16 premios Emmy, sólo quedaría apuntar que su presupuesto fue de 50 millones de dólares, por si acaso alguien albergara dudas de su perfecta calidad.
Podría ser una versión yanqui de "Cuéntame cómo pasó", pero llevada al exponente más aventurero y salvando enormes distancias; por fortuna, Into the West consta de 6 cómodos episodios de 90 minutos cada uno, y la historia que aquí cuentan es la conquista del salvaje Oeste, hace ahora poco más de cien añejos de nada, por increíble que resulte imaginarlo a veces.
La trama se centra en un par de familias y a través de varias generaciones, que ven como va cambiando el tiempo que les toca vivir y cómo deben amoldarse a sus distintas circunstancias: la "solución final" con los indígenas americanos, la fiebre del oro en California, las guerras yanquis contra Méjico, la abolición de la esclavitud, la nueva red de ferrocarriles, el telégrafo... Todo ello desde su perspectiva, pero también desde la de los propios indios, siendo lakotas o cheyennes quienes están del otro lado, analizando al hombre blanco en la destrucción del medio que les rodea, y preguntándose si tal vez ellos debieran escoger el nuevo progreso o seguir con sus culturas ancestrales...
Una trama más sencilla sería la de un ruedero que ya está harto del negocio familiar y sus carretas, que se enrola en una expedición a territorios desconocidos, donde coge experiencia aventurera. Después se casa con una india y luego, trás muchas vicisitudes, terminan viviendo donde querían, esto es, al ladico de la playa, en la recién colonizada California.
Las últimas 4 líneas me servían para desdramatizar la exposición anterior y no verme así en la necesidad de desenterrar mi tomahawk literario a la hora de tratar ciertos temas.
Ya me siento mejor y creo que no he jodido el argumento del todo. Al fin y al cabo, a la mayoría de los personajes de la serie les pasan cosas malas...
La fotografía es magistral.
Las manadas de bisontes al trote, la recreación de los poblados indios... dignos de admirarse.
El reparto, igualmente apetecible y no exento de gente consagrada; hasta tenemos por ahí al incombustible Tom Berenger.
Mi única discrepancia; ciertos momentos de extremada épica (o emotividad si queremos llamarlo) que confunden al espectador en algunos lances y que pienso no hacen sino disminuir la credibilidad - Joder, no se puede disparar un rifle al aire retando a cien personas a luchar contra uno y apelando a sus hagallas, para luego dejarlos a la espalda, tirar el arma al suelo y coger a la india en brazos. Vamos, digo yo.-
Pero es la magia del cine, como también suena a encanto la música acertada que acompaña todo el metraje. Me parece hasta oír influencias de Carmina Burana en la sintonía inicial. Pero seguro que eso ya son imaginaciones dudosas mías:

jueves, 6 de octubre de 2011

Taberna La Piedra.

Topo Indeciso Maestro de Ceremonias en la cena de octubre. Su elección, taberna La Piedra, en Calle Cortes de Aragón 64.
La página web debe estar recién creada, ya que lo único que no tienen en construcción es la pantalla de inicio, pero vamos, creo que quien más, quien menos, habrá tenido la oportunidad de visitarlo antes. Es de esa clase de garitos de los que resulta familiar el nombre y que está emplazado en una zona propicia para menear el bigote, también incluso, para luego tomar unas copas y que la cena se te pueda ir de las manos, como fue mi caso en la noche que nos ocupa.
Destacaría su ambiente de luz cálida, no por la intensidad con la que alumbran las bombillas, sino al contrario, por el acogedor equilibrio en sus contrastes; tanto es así, que he tenido que someter las fotos que realicé a retoques de luminosidad, con esperanza de que se pueda distinguir algo.
Deberíamos constituirnos un día como asociación gastronómica seria y recibir alguna ayuda municipal por nuestro desinteresado aporte a la cultura, que nos permitiera, como mínimo, hacernos con una digna cámara de fotos, pero viendo como se desarrollan los últimos acontecimientos, no estaría de más dominar el arte de la acuarela.
Lo digo porque a pesar de nuestra premisa buitaka de imponernos un precio tope en las cenas, lo seguimos dando todo... Pero eso habrá que analizarlo en la valoración final.
Tres entrantes para cuatro tragaldabas :
- "Piedritas".- Vamos, patatas. No creo que por su nombre indiquen que éstas se apilan en los riñoncitos y no quieran siquiera pasar por el intestino.
- Trigueros a la plancha con foie. - Correctos. Alguno achacó al foie el estar un poco crudo.
- Ensalada de espinacas templada .- Con una ligera variante: no había espinacas y la hicieron con mezclum de lechugas. Bueno, en realidad si tenían pero nos recomendaron no tomarla porque no gozaba de un aspecto muy alegre. Un punto a su favor; seguro que en otro sitio te la sirven y te dicen que es espinaca camboyana especial...
Las "piedritas".
Los trigueritos.
La ensalada.
Como platos fuertes Llama Eterna, Topo Indeciso y Jinete, chuletón a la piedra. Mr "Rarito" Brazos en Alto, solomillo a la piedra también. Aquí hay que romper una lanza a favor del rarito, pues Llama Eterna era esa noche quien más quejoso parecía estar en la cena. Brazos en Alto tan sólo se limitaba a pedir cosas que figuraban en la carta y que no tenían. Si es que tiene un ojo...
Ambos platos muy ricos. De chuletón fue 1 kg para tres, sin demasiada grasa y cortado en buenos trozos. El pero es para el sistema de la piedra, el ya sabido: en cuatro minutos se enfría, y si, te sacan un recambio rápidamente, pero condiciona a comer con un ritmo más frenético.
Donde estén las piedras con su propio hornillo, que te garantice tomarte tus pausas y a tu gusto ...
De vino fueron dos botellas de Azpilicueta crianza, que siempre es un acierto.
Postres, cafés y ronda de chupitos patrocinada por la casa. Que peligro tiene el orujo blanco...
Además, un vale de descuento por valor de casi 18 €uros para la próxima cena allí. Eso si, a gastar en el plazo de un mes.
La "dolorosa" final :
173.50 €uracos
Si no me fallan las cuentas, el récord de esta temporada buitaka.
Valoración : Perfecto en calidad, cantidad, ambiente... El precio es donde se me genera la duda; sigo pensando que una buena cena puede darse también con facturas menos abultadas.

martes, 4 de octubre de 2011

Agonía y éxtasis en 7 partes.

Para la gente normal, domingo por la mañana; para el resto, todavía sábado noche.
Acto I
Almuerzo de rigor en bar de chinos: Castillo, Jinete y otro parroquiano habitual, Jotero- apodo bastante apropiado-.
La tropa de siempre; borrachos, prostitutas, chulos de medio pelo y simples desquiciachinos.
Como toda obra que se preste a la intriga y la sorpresa, no faltarán buenos personajes secundarios; uno destacable es el anciano de raída camiseta blanca y penosamente tatuado (adjetivo aplicable a varios de sus atributos a primera vista). Por dar una imagen más visual, parecía pariente del abuelo de Makinavaja, y se le pudo observar horas antes en los exteriores del Z, dando su particular serenata de impertinencia a todo bicho viviente. A saber qué historia habrá detrás de personaje tan peculiar...pero nos centraremos en otro secundario que, al fin y al cabo, eligió terminar siendo protagonista: el venezolano. Un tipo que reveló su nacionalidad cuando decidió sentarse también a la mesa, lamentando no poder dejarse el pelo igual de largo que Jinete, y, seguidamente, enseñar a los presentes una multa que le habían impuesto el día de antes; 1000 euros y -10 puntos del carnet. Una marca que suponemos en el futuro batible, dada la trayectoria de su autor; su borrachera entonces no era ostensible, sino de competición. El tiempo que duró el almuerzo-conversación acabó dos veces parando en boxes, a su manera; cayendo de la silla en la que estaba y tirando su cerveza, para regresar a la barra y rellenar de nuevo. Así creo que nació lo que sería su asociación perfecta con el suelo...
Acto II
Termina el almuerzo.
Castillo se marcha prudentemente a casa. Jotero y Jinete despachan carajillos. Paulatinamente, la gente que abarrotaba el local lo va vaciando. Tertulia abierta en el chino, ahora con personajes más genéricos de la vida cotidiana. Botellines de cerveza; ronda de Jotero, ronda de Jinete.
Jotero no da muestras de embriaguez, pero como apunta un conocido suyo del pueblo, "igual lleva dos días sin dormir" -quizá sea eso lo que le impulsó a dar una cabezadita apoyado en la barra.
Afuera, un murmullo que se va acrecentando. Jinete se asoma a la puerta.
El venezolano yace desparramado en el suelo, inerte. Jinete lo apoya sobre la pared del bar. Tres tipos sudamericanos que salieron antes del local se ofrecen para llevarlo a casa. Jinete y uno de ellos introducen al venezolano en un coche cercano, en el asiento de atrás.
Otro sudamericano que no pertenece a aquel grupo recrimina la escena; "¿Cómo sabes que son sus amigos?", "Quién sabe lo que quieren hacer con él"... Jinete entonces duda y pregunta algo a los tres tipos. El sudamericano increpador coge el móvil dispuesto a llamar a la policía.
Finalmente, nuevo traslado del venezolano y se le deja otra vez en la calle.
Los tipos del coche se alejan, tras asegurar que conocían al tipo sólo de esa noche, pero que les dijo anteriormente que vivía en la avenida Madrid, y que allí pretendían dejarlo.
Desaparece también el increpador telefónico...
Acto III
Jinete tampoco piensa en actuar de niñera ante una situación que se antoja como una simple borrachera. Regresa dentro del bar. Jotero sigue abrazado a Morfeo, pero hay una calurosa conversación entre los presentes, centrada exclusivamente en los extranjeros, la juventud y las borracheras.
Poco después, Jinete sale a la calle. Observa al venezolano igual, con la misma actividad que un retratista en una reunión de talibanes; no mueve un músculo y sólo la respiración indica que sigue entre los mortales. Cuando se disponía a volver al chino, Jinete se inquieta por un detalle: el venezolano estaba echando espuma blanca por la boca...
Acto IV
Desenfunda el teléfono y llama a emergencias, explicando la situación. Salen dos chinos del bar que parecen muy tranquilos; imaginamos que su conducta responde a la sensatez de quienes tienen que lidiar con casos parecidos cada fin de semana:
-¿Llamar policía? Bien, bien.
-No, bueno...ambulancia...
-¿Policía? Bien, bien.
La ambulancia llega a los diez minutos. Poco antes, la llamada del médico que iba en su interior, que aconseja recostar al afectado hacia un lado. Nada que no hubiera indicado el sentido común ante la perspectiva de ver a alguien ahogándose en su propio vómito...
Acto V
Tumulto en la calle. De la ambulancia salen tres personas, cuatro policías de la local se acercan por el otro flanco, viandantes curiosos detienen su marcha para contemplar la escena, la gente de dentro del bar... hasta el pariente del abuelo de Makinavaja hace acto de presencia como aparecido de la nada. Se acerca demasiado, tanto, que obliga a uno de los policías a desplegar sus recursos más humorísticos:
-Le he dicho que atrás. A ver si voy a pedir documentación y tiene "algo" por lo que salir corriendo...
Jinete hace una foto. No sabe bien por qué, pero la echa. El policía cómico se acerca:
-Y tú con las foticos a ver si...
-No, no, mire; mandando un mensaje...
La pantalla de guardando foto aún parpadea, pero nadie la mira. Están atareados alejando a los curiosos. El venezolano da muestras de vida cuando le cogen por debajo de los brazos y le menean:
-Venga machote. Alaaa...
Intenta abrir los ojos y sólo le sale una mueca. Se echa de nuevo largo en la acera, ajeno a todo lo que le rodea.
-¿Quién lo conoce? - pregunta un efectivo de la seguridad ciudadana.
-Yo. Yooo...-contesta el abuelo de Makinavaja.
-¿Cómo se llama?
-No lo sé.
-¿Y son amigos?
-Muy amigos, pero le he conocido esta noche.
Jinete piensa en la multa que había visto momentos antes, cuando echan mano en uno de los bolsillos traseros buscando alguna identidad. Quién sabe si con aquel salvoconducto es más fácil ingresarte en el calabozo que en el hospital, sea cual sea tu estado.
Se miran todos los presentes, intercambian unas palabras y se marchan dejando allí al anónimo. El abuelo de amistades rápidas también desaparece...
Acto VI
Cinco minutos está Jinete en el bar. Cuando sale encuentra al afectado tirado largo y con el culo al aire, por causas que aún hoy se desconocen. El Jotero ya se ha librado de las garras de Morfeo y se interesa por la situación. Salen los dos y deciden dejar el "cuerpo" en un portal cercano y en posición fetal. Vuelve a asomar la espuma blanca mientras debaten si volver a llamar a la ambulancia. Al otro lado del teléfono, la misma señorita, mientras el afectado comienza a vomitar:
-Mire, señor, ni usted ni yo hemos estudiado medicina, asi que...
-¿Ah no? (silencio premeditado)...pues yo tampoco. Pero aquí tenemos un tipo que no está para muchas lecciones.
-Le digo que no podemos hacer nada más. Ese señor no ha dado su consentimiento para llevarlo a un hospital y la ambulancia ha hecho ya su trabajo...
Epílogo
Una mañana algo fresca, en la miniterraza del chino viendo la vida pasar.
No son pocos los transeúntes que instan a llamar una ambulancia, desde la abuelica que ofrece bajar una manta de su casa hasta el comerciante incrédulo con el relato oficial.
El chico que yacía rodeado de sus propios desechos ya no está pasada una hora y media. Tan difícil se hacía creer que hubiera abandonado el lugar por su propio pie, como que una ambulancia silenciosa lo hubiese recogido ante tanta insistencia ciudadana.