martes, 4 de octubre de 2011

Agonía y éxtasis en 7 partes.

Para la gente normal, domingo por la mañana; para el resto, todavía sábado noche.
Acto I
Almuerzo de rigor en bar de chinos: Castillo, Jinete y otro parroquiano habitual, Jotero- apodo bastante apropiado-.
La tropa de siempre; borrachos, prostitutas, chulos de medio pelo y simples desquiciachinos.
Como toda obra que se preste a la intriga y la sorpresa, no faltarán buenos personajes secundarios; uno destacable es el anciano de raída camiseta blanca y penosamente tatuado (adjetivo aplicable a varios de sus atributos a primera vista). Por dar una imagen más visual, parecía pariente del abuelo de Makinavaja, y se le pudo observar horas antes en los exteriores del Z, dando su particular serenata de impertinencia a todo bicho viviente. A saber qué historia habrá detrás de personaje tan peculiar...pero nos centraremos en otro secundario que, al fin y al cabo, eligió terminar siendo protagonista: el venezolano. Un tipo que reveló su nacionalidad cuando decidió sentarse también a la mesa, lamentando no poder dejarse el pelo igual de largo que Jinete, y, seguidamente, enseñar a los presentes una multa que le habían impuesto el día de antes; 1000 euros y -10 puntos del carnet. Una marca que suponemos en el futuro batible, dada la trayectoria de su autor; su borrachera entonces no era ostensible, sino de competición. El tiempo que duró el almuerzo-conversación acabó dos veces parando en boxes, a su manera; cayendo de la silla en la que estaba y tirando su cerveza, para regresar a la barra y rellenar de nuevo. Así creo que nació lo que sería su asociación perfecta con el suelo...
Acto II
Termina el almuerzo.
Castillo se marcha prudentemente a casa. Jotero y Jinete despachan carajillos. Paulatinamente, la gente que abarrotaba el local lo va vaciando. Tertulia abierta en el chino, ahora con personajes más genéricos de la vida cotidiana. Botellines de cerveza; ronda de Jotero, ronda de Jinete.
Jotero no da muestras de embriaguez, pero como apunta un conocido suyo del pueblo, "igual lleva dos días sin dormir" -quizá sea eso lo que le impulsó a dar una cabezadita apoyado en la barra.
Afuera, un murmullo que se va acrecentando. Jinete se asoma a la puerta.
El venezolano yace desparramado en el suelo, inerte. Jinete lo apoya sobre la pared del bar. Tres tipos sudamericanos que salieron antes del local se ofrecen para llevarlo a casa. Jinete y uno de ellos introducen al venezolano en un coche cercano, en el asiento de atrás.
Otro sudamericano que no pertenece a aquel grupo recrimina la escena; "¿Cómo sabes que son sus amigos?", "Quién sabe lo que quieren hacer con él"... Jinete entonces duda y pregunta algo a los tres tipos. El sudamericano increpador coge el móvil dispuesto a llamar a la policía.
Finalmente, nuevo traslado del venezolano y se le deja otra vez en la calle.
Los tipos del coche se alejan, tras asegurar que conocían al tipo sólo de esa noche, pero que les dijo anteriormente que vivía en la avenida Madrid, y que allí pretendían dejarlo.
Desaparece también el increpador telefónico...
Acto III
Jinete tampoco piensa en actuar de niñera ante una situación que se antoja como una simple borrachera. Regresa dentro del bar. Jotero sigue abrazado a Morfeo, pero hay una calurosa conversación entre los presentes, centrada exclusivamente en los extranjeros, la juventud y las borracheras.
Poco después, Jinete sale a la calle. Observa al venezolano igual, con la misma actividad que un retratista en una reunión de talibanes; no mueve un músculo y sólo la respiración indica que sigue entre los mortales. Cuando se disponía a volver al chino, Jinete se inquieta por un detalle: el venezolano estaba echando espuma blanca por la boca...
Acto IV
Desenfunda el teléfono y llama a emergencias, explicando la situación. Salen dos chinos del bar que parecen muy tranquilos; imaginamos que su conducta responde a la sensatez de quienes tienen que lidiar con casos parecidos cada fin de semana:
-¿Llamar policía? Bien, bien.
-No, bueno...ambulancia...
-¿Policía? Bien, bien.
La ambulancia llega a los diez minutos. Poco antes, la llamada del médico que iba en su interior, que aconseja recostar al afectado hacia un lado. Nada que no hubiera indicado el sentido común ante la perspectiva de ver a alguien ahogándose en su propio vómito...
Acto V
Tumulto en la calle. De la ambulancia salen tres personas, cuatro policías de la local se acercan por el otro flanco, viandantes curiosos detienen su marcha para contemplar la escena, la gente de dentro del bar... hasta el pariente del abuelo de Makinavaja hace acto de presencia como aparecido de la nada. Se acerca demasiado, tanto, que obliga a uno de los policías a desplegar sus recursos más humorísticos:
-Le he dicho que atrás. A ver si voy a pedir documentación y tiene "algo" por lo que salir corriendo...
Jinete hace una foto. No sabe bien por qué, pero la echa. El policía cómico se acerca:
-Y tú con las foticos a ver si...
-No, no, mire; mandando un mensaje...
La pantalla de guardando foto aún parpadea, pero nadie la mira. Están atareados alejando a los curiosos. El venezolano da muestras de vida cuando le cogen por debajo de los brazos y le menean:
-Venga machote. Alaaa...
Intenta abrir los ojos y sólo le sale una mueca. Se echa de nuevo largo en la acera, ajeno a todo lo que le rodea.
-¿Quién lo conoce? - pregunta un efectivo de la seguridad ciudadana.
-Yo. Yooo...-contesta el abuelo de Makinavaja.
-¿Cómo se llama?
-No lo sé.
-¿Y son amigos?
-Muy amigos, pero le he conocido esta noche.
Jinete piensa en la multa que había visto momentos antes, cuando echan mano en uno de los bolsillos traseros buscando alguna identidad. Quién sabe si con aquel salvoconducto es más fácil ingresarte en el calabozo que en el hospital, sea cual sea tu estado.
Se miran todos los presentes, intercambian unas palabras y se marchan dejando allí al anónimo. El abuelo de amistades rápidas también desaparece...
Acto VI
Cinco minutos está Jinete en el bar. Cuando sale encuentra al afectado tirado largo y con el culo al aire, por causas que aún hoy se desconocen. El Jotero ya se ha librado de las garras de Morfeo y se interesa por la situación. Salen los dos y deciden dejar el "cuerpo" en un portal cercano y en posición fetal. Vuelve a asomar la espuma blanca mientras debaten si volver a llamar a la ambulancia. Al otro lado del teléfono, la misma señorita, mientras el afectado comienza a vomitar:
-Mire, señor, ni usted ni yo hemos estudiado medicina, asi que...
-¿Ah no? (silencio premeditado)...pues yo tampoco. Pero aquí tenemos un tipo que no está para muchas lecciones.
-Le digo que no podemos hacer nada más. Ese señor no ha dado su consentimiento para llevarlo a un hospital y la ambulancia ha hecho ya su trabajo...
Epílogo
Una mañana algo fresca, en la miniterraza del chino viendo la vida pasar.
No son pocos los transeúntes que instan a llamar una ambulancia, desde la abuelica que ofrece bajar una manta de su casa hasta el comerciante incrédulo con el relato oficial.
El chico que yacía rodeado de sus propios desechos ya no está pasada una hora y media. Tan difícil se hacía creer que hubiera abandonado el lugar por su propio pie, como que una ambulancia silenciosa lo hubiese recogido ante tanta insistencia ciudadana.

7 comentarios:

  1. En estos casos suelen ser los de FOCSA los que retiran el material de la vía pública. Hay gente que no sabe ni estar ni beber.

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  2. Córtate el pelo y búscate un trabajo...

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  3. No había contemplado que se lo llevara FOCSA, quién sabe.

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  4. Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

    Yo hace muchos años acabé durmiendo en la calle entre dos cubos de basura, del pedal que llevaba, y no me enteré de nada hasta que llegó el camión.

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  5. La bruja del averno7 de octubre de 2011, 23:24

    En cualquier caso el chaval tuvo suerte de estar en Zaragoza, en mi pueblo al que la pilla lo meten en un montón de fiemo para que no le de el tembleque.

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  6. Yo al abuelo del makinavaja, le llamo popeye, pero si que se parece más al otro, jajajajajajaja. Menos mal que decidí abandonaros prontico.

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