-QRA: Agente especial Derwin Soto. .. QRA: Agente especial Derwin Soto. ¿Puede alguien oírme?
Como contestación a la vieja emisora sólo silencio.
No sé cuánto tiempo lograré estar a salvo -pensó.
Trabajar durante cerca de una década en una agencia como la CIA, y depender ahora exclusivamente de un
destartalado aparato de radioaficionado abandonado en un rincón de un - en
apariencia- taller de reparación de
electrodomésticos, no era, desde luego, su situación más ventajosa hasta la
fecha. El local apestaba a lo que Derwin
intuyó como una mezcla de aceites y grasa, y aquel compuesto hediondo le
mantenía en un carraspeo constante.
Trató en vano de aclarar su garganta y continuó insistiendo en comunicar
con su equipo de apoyo.
Cada vez más cerca, podía escuchar algún grito procedente de
la calle, y el sonido de un golpe en la propia persiana del local hizo que se
agachara debajo de la mesa, en un acto instintivo. Pero la puerta principal
debía estar bien cerrada, así que se limitó a asegurar con un par de armarios
el hueco con maderas por donde había entrado diez minutos antes, por el
callejón de la parte de atrás. Quiso animarse pensando que a sus perseguidores
el pequeño agujero les pasó inadvertido, pero su optimismo se esfumó
rápidamente.
“Derwin, Derwin, ¿cómo te has metido en esto?”.
Pasó todo tan deprisa… Bajar la guardia en un momento
puntual y desatarse el caos más absoluto.
Ahora, su vehículo especial estaba a merced de una banda de pandilleros
juveniles y su cabeza era el trofeo más preciado.
Nadie en La CIA le advirtió de fallos en los
limpiaparabrisas, ni que consultara el parte meteorológico antes de sus
misiones. Fatal error.
El DQZ-135 era un coche experimental, una máquina poderosa
que a disposición de manos ajenas al programa podría tener consecuencias
desastrosas, terribles. Un programa auspiciado por varios gobiernos
sudamericanos y la propia CIA, pero que
en el caso de un uso inadecuado tendría, sin duda, demasiada repercusión
diplomática. Ningún jefe de Estado sería capaz de frenar la avalancha
mediática.
No era para menos;
aquel artefacto dotado de tantos
tipos de munición, de gases nerviosos y venenosos, y blindado hasta la
médula, no podría seguir siendo un
secreto si sembraba el terror en las calles. Era seguro atacar núcleos
selectivos en barriadas pobres o apenas habitadas contando con la colaboración
de las fuerzas del orden, pero su manejo
por parte de unos delincuentes de barrio sería una incógnita.
Algo tan sencillo como un lector de huella digital en el
arranque del coche hubiese resuelto cualquier conflicto, y Derwin se lamentaba
por ello, pero la CIA muchas veces se dejaba llevar por el lado práctico y su vieja premisa
de que “nadie es imprescindible”. También desoyeron su petición de hacerse
acompañar por un segundo piloto, aunque aquí quizá fueran los recortes
económicos en Defensa lo que pesó en el asunto. Pero terminó consciente de que
la única culpa era suya y sólo suya, de haber obrado como un novato y
contradecir una de las reglas fundamentales: Nunca descender del vehículo sin
adoptar todas las medidas que establece el protocolo.
Por suerte, la pistola la llevaba encima cuando apareció la
pandilla de súbito, de la nada. El tiempo de efectuar unos disparos cuando se
percató del intento de robo, pero fue demasiado tarde y perdió el control del
coche. Unos segundos de fuego cruzado y
salir corriendo por el estrecho callejón, en una maniobra desesperada. Derwin
estaba convencido de haber matado a uno de los delincuentes, lo que no hizo
sino agravar más la situación. No cejarían en su empeño hasta dar con él.
Tenía su mofa que una máquina tan perfecta, recubierta en su
estructura de acero, wolframio o silicio, y de kevlar o nomex en sus ruedas,
terminara dando problemas en su parte más superflua e insignificante; los
limpiaparabrisas. Porque eso fue lo que le indujo a descender del coche en un
momento que no dudó de su seguridad, bajo una lluvia plomiza y repentina y en
una zona supuestamente tranquila.
Si salía con vida de aquello tenía un tercer punto que
anotar en el informe de defectos del artefacto. A los ya aportados por los
técnicos sobre el riesgo que corrían las ruedas con un fuego constante, o la
posible explosión si se mantenían los tres tubos de escape obturados unos pocos
minutos, ahora podría sumar la mecánica fallida de los limpiaparabrisas, que
todo indicaba que no era menos importante.
-QRA: Agente especial Derwin Soto. .. QRA: Agente especial
Derwin Soto. ¿Puede alguien oírme?
Un milimétrico movimiento de dedos le permitió ajustar la
nitidez de la emisora. Creyó escuchar varias voces al otro lado. Insistió.
-QRA: Agente especial Derwin Soto. Proyecto Adamantio… ¿Me
reciben?
El mensaje sonó entonces sorprendentemente claro:
-Lo tenemos… Estás muerto, pendejo.
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