jueves, 5 de septiembre de 2013

Restaurante La picadita.

Ayer, cena buitaka de septiembre en lo que es otro claro ejemplo de restaurante apenas conocido y que te termina sorprendiendo. Restaurante La picadita, en la calle Aguarón 26 .
Nos encontramos inmersos en una nueva experiencia gastronómica, que es elegir una temática distinta cada ronda y escoger un garito que se adecúe a esa opción. En la ronda que nos ocupa la premisa era "Cocina internacional", abteniéndonos de pizzerías y restaurantes chinos, no por ningún tipo de problema racial, únicamente por un asunto de elegancia y delicadeza. Claro, que venimos de unos meses donde la ronda fue de hamburguesas, así que la exquisitez casi podemos dejarla a un lado. Por cierto, que tantos meses parado el blog, creo que voy a desistir de hacer un repaso a nuestras experiencias vacunas. Sea por vagancia, porque no haya demasiado que contar, o porque tengo una mezcla de imágenes en el teléfono que hoy día se me hace imposible asociar de dónde coño eran y qué fue lo que cenamos exactamente. Desde el último post del blog hasta se han creado las primeras hamburguesas de laboratorio, con que para qué vamos a forzar ahora la maquinaria de la memoria si ya no aportaremos nada nuevo a la Ciencia... De aquí a pocos años puede ser una realidad; Me ponga una hamburguesa de probeta y unas células madre para que acompañen estas patatas.
Del libanés de agosto, a donde nos llevó el camarada Llama Eterna, si que habrá que hacer mención en las próximas fechas. Pero vayamos al episodio de ayer, en el que yo mismo hice de Maestro de Ceremonias y, cómo no, o como siempre acostumbro; eligiendo el restaurante a última hora y sin contar con referencias previas. Sabía que me apetecía un argentino, pero las opciones en Zaragoza ya las teníamos esquilmadas: estaba el estupendo -también poco conocido- Rincón Bonanza del barrio de Torrero, en el que estuvimos hará un par de años, y otro posible candidato era el más famoso argentino de Zaragoza -que me dijeron ayer que ha debido cerrar-, casi más famoso por los precios abusivos en sus raciones rácanas que por encontrarse en una de las calles más céntricas de nuestra ciudad. O al menos, era lo que podía sacar como conclusión a tenor de los comentarios que de él pueden encontrase por Internete. Expresiones tales como "El matahambres que sirven allí es un atentado contra el propio apetito" no ayudan realmente a esperar nada grande.
La picadita es otra historia, que bien merece ser aquí contada.
Vi que tenían ofertas de Groupalia, pero no me quise arriesgar -ya he tentado a la suerte en varias ocasiones y por aquí figuran aquellas peripecias- , así que fuimos a la aventura de pedir a la carta.
Con una hora de retraso sobre el horario previsto apareció Llama Eterna, con esos comportamientos de marciano desquiciado que a veces tiene; el tío venía de... ¡una cata de arroz!. Fue amonestado como procede en los estatus buitakos, unos cuantos caguendioses y obligándole a que se hiciera cargo de nuestras cervezas, así como de unas madejas y croquetas que también volaron durante nuestra espera.
Una carta con muchas variantes la de La picadita, un cocktail explosivo de cocina aragonesa y argentina. Nos decantamos por la parrillada del menú, 80 €uros- 4 personas.
Pasen y vean:
Empanadilla de carne. Tan generosa en su elaboración que yo creo que tenían que hacerle vacío al hojaldre para que cupiese tanta carne dentro... Un gusto riquísimo a hierbas, semejante al de la salsa chimichurri.
Ensalada criolla, que junto a las patatas, siendo las raciones más convencionales, no por ello menos sabrosas. Es que estaba todo cojonudo...
Papas porteñas con su mahonesa de chimichurri.
El quesito y sus movidas para untar.
Llegados a ese punto, una parrillada de carne más simple no nos hubiese hecho cambiar nuestra apreciación de que el garito merecía la pena. Pero entonces nos sacaron aquella bandeja exageradamente confeccionada, a base de matambre, vacío y asado de tira de ternera, chorizo criollo y morcilla de cebolla. La cosa se iba de nuestras manos y el restaurante se ganaba nuestro emotivo reconocimiento...
Una pedazo de parrillada sobre la que se habría cortado las venas el vegetariano más permisivo...
Una bandeja que no pudimos terminar y cuyas sobras, debidamente recogidas en 2 tuppers, creo me servirán de comida para los próximos días.
El postre (no incluido en el precio de la parrillada) daba paso al momento sutil de la noche, extenuados ya de ejercitar tanto las mandíbulas.
Apuntar que nos bebímos 2 botellas- creo que incluía una el menú- de la marca mendocina (dícese del natural de esta región argentina, Mendoza) Uvas del sol, que a pesar de los tantos reparos del amigo Brazos en Alto a la hora de beber vino que posea tapón de rosca, parece que éste le convenció. Y estaba bueno, aunque yo me sigo quedando con el vino chileno (también de rosca) que venden en el Lidl.
El dueño de La picadita es Leo, un tipo majo y afable, que cuando mis camaradas le contaron lo de nuestras cenas y las críticas consiguientes en el blog, y viendo lo que no pudimos terminar de la bandeja de la parrillada, no dudó en afirmar; Como no os lo terminéis todo, soy yo el que va a abrirse un blog, pero sólo para criticaros.
Es complicada mi imparcialidad, ya que todo el que me conoce sabe de mi predilección por esa cultura prima hermana nuestra que es la argentina, pero para mi fue la cena perfecta. Hasta por la música que nos acompañó de fondo y no...no eran Rata Blanca, pero si una buena sesión de Rock y Blues en la que incluso tuvimos noticia de un tal Chris Duarte que sonaba muy interesante.
Un lugar decorado con éxitos de la selección argentina, con bufandas del Real Zaragoza y Vélez Sarsfield, e incluso retratos de Fidel Castro.
Un restaurante al que volver y hasta para hacerlo con frecuencia. Un negocio que, en los tiempos de desolación que vivimos, se merece más reconocimiento, por su dedicación y cariño a la hora de hacer las cosas, porque eso siempre se nota.
Por cierto, disponen de página en Facebook y de reparto a domicilio.
Fue un gusto conocerles, che.